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In Memoriam

yolanda bmw

Dra. Yolanda F. López Rubio
Madrid 7/05/1958
S. S. de los Reyes 31/03/2015
RIP


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El Valle del Río Eresma y el Valle del Río Lozoya son valles contiguos, es decir, están separados por la Cuerda Larga perteneciente a la sierra del Guadarrama. Se puede considerar que, Rascafría es la capital del Valle del Lozoya y La Granja de San Ildefonso la capital del Valle del Eresma.

Se puede mover rápidamente de uno a otro valle por múltiples medios, por ejemplo, por el aire usando uno de esos estúpidos 'párajos' motorizados, o bajo tierra para lo cual sólo hace falta ponerse a cavar, pero lo normal es hacerlo por superficie, usando un vehículo o los dos pies (esto último es bastante cansado y no lo recomiendo. Yo, alguna vez lo he tenido que hacer al pensar que era mejor atravesar un puerto al atardecer que pasar la noche al raso).

El '<i>vademecum</i>' que usaba para ir de Rascafría a la Granja de San Ildefonso. Miren la fecha y díganme si no ha llovido desde entonces.Si se dispone de vehículo, por carretera tenemos los puertos de Navacerrada, en un extremo, el de Navafría y el de Somosierra, en el otro extremo. Yo, que llevaba una 'burra' usaba el camino más corto entre dos puntos, es decir, la línea recta. Tomaba un camino (Camino de la Guerra) que, partiendo de la población de Rascafría, pasaba por el Paso del Reventón (Camino de la Silla del Rey) y perece en los jardines del Real Sitio.

<p style="text-align: justify;">En el Valle del Lozoya en Madrid, en 1979, camino del Puerto de Malangosto, para ver si era verdad lo que decía D. Juan Ruiz (Arcipreste de Hita) en su Libro de Buen Amor:</p> <p style="padding-left: 60px;"><span style="color: #000000;">Pasando yo una mañana</span><br /><span style="color: #000000;"> el puerto de Malangosto</span><br /><span style="color: #000000;"> asaltóme una serrana</span><br /><span style="color: #000000;"> tan pronto asomé mi rostro.</span><br /><span style="color: #000000;"> -“Desgraciado, ¿dónde andas?</span><br /><span style="color: #000000;"> ¿Qué buscas o qué demandas</span><br /><span style="color: #000000;"> por aqueste puerto angosto?”</span></p>Otras veces me iba hacia la derecha al Puerto de Malangosto desde donde un camino bajaba a las inmediaciones de la localidad de Torrecaballeros y de esta a La Granja de San Ildefonso, un paso. Y porque iba al Puerto de Malangosto. Pues a ver si me pasaba lo que a Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, cuando se topó con la ventera serrana de armas tomar a la que llamaban Chata de Malangosto. Lo cuenta en el Libro del Buen Amor, obra del año 1330, esencial de la literatura española del medievo, donde el autor cuenta diferentes aventuras en las que venteras y vaqueras serranas son también protagonistas.

Sigue un fragmento del Libro del Buen Amor:

Pasando yo una mañana
el puerto de Malangosto
asaltóme una serrana
tan pronto asomé mi rostro.
-“Desgraciado, ¿dónde andas?
¿Qué buscas o qué demandas
por aqueste puerto angosto?”

Contesté yo a sus preguntas:
-“Me voy para Sotos Albos”
Dijo: -“¡El pecado barruntas
con esos aires tan bravos!
Por aquesta encrucijada
que yo tengo bien guardada,
no pasan los hombres salvos.”

Plantóseme en el sendero
la sarnosa, ruin y fea,
dijo: -“¡Por mi fe, escudero!
aquí me estaré yo queda;
hasta que algo me prometas,
por mucho que tú arremetas,
no pasarás la vereda.”

Díjele: -“¡Por Dios, vaquera,
no me estorbes la jornada!
deja libre la carrera;
para ti no traje nada.”
Me repuso: -“Entonces torna,
por Somosierra trastorna,
que aquí no tendrás posada.”

Y la Chata endiablada,
¡que San Julián la confunda!
arrojóme la cayada
y, volteando su honda,
dijo afinando el pedrero:
-“¡Por el Padre verdadero,
tú me pagas hoy la ronda!”

Nieve había, granizaba,
hablóme la Chata luego
y hablando me amenazaba:
-“¡Paga o ya verás el juego!”
Dije yo:-“¡Por Dios, hermosa,
deciros quiero una cosa,
pero sea Junto al fuego!”

 

     

.

“Yo te llevaré a mi casa
y te mostraré el camino,
encenderé fuego y brasa
y te daré pan y vino.
Pero ¡a fe!, promete algo
y te tendré por hidalgo.
¡Buena mañana te vino!”

Yo, con miedo y arrecido,
le prometí un garnacha
y ofrecí, para el vestido,
un prendedor y una plancha.
Dijo: -“Yo doy más, amigo.
¡Anda acá, vente conmigo,
no tengas miedo a la escarcha!”

Cogióme fuerte la mano
y en su pescuezo la puso,
como algún zurrón liviano
llevóme la cuesta ayuso.
-“¡Desgraciado!, no te espantes,
que bien te daré que yantes
como es en la tierra uso.”

Me hizo entrar mucha aína
en su venta, con enhoto;
y me dio hoguera de encina,
mucho conejo de Soto,
buenas perdices asadas,
hogazas mal amasadas
y buena carne de choto.

De vino bueno un cuartero,
manteca de vacas, mucha,
mucho queso de ahumadero,
leche, natas y una trucha;
después me dijo: -“¡Hadeduro!,
comamos de este pan duro,
luego haremos una lucha.”

Cuando el tiempo fue pasando,
fuime desentumeciendo;
como me iba calentando
así me iba sonriendo.
Observóme la pastora;
dijo: –“Compañero, ahora
creo que voy entendiendo”.

La vaqueriza, traviesa,
dijo: “Luchemos -un rato,
levántate ya, de priesa;
quítate de encima el hato” .
Por la muñeca me priso,
tuve que hacer cuanto quiso,
¡creo que me fue barato! 

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