El Papa abandona la iglesia del Inmaculado Corazón de María en Pittsburgh (Pa - USA), con una terrible prisa y levanta el brazo mientras grita "¡Taxi! ¡Taxi!"
El taxista inmediatamente detiene el vehículo y el Papa rápidamente entra en él.
"¡Lléveme al aeropuerto rápido!" súplica. "Mi limusina se ha averiado y no puedo esperar a que la arreglen"
"¡No se preocupe!", contesta el taxista mientras pisa el acelerador en dirección al aeropuerto.
Desafortunadamente se encuentran con bastante tráfico y deben detenerse en varios semáforos.
Mientras que esperan que el cuarto semáforo cambie a verde, el Papa denota su creciente anxiedad:
"¡Deprisa! ¡Deprisa!", suplica. "¡Tengo que coger el vuelo!"
"Mire, su Santidad", contesta el taxista, "es la hora punta y nos hemos encontrado con tráfico lento. Voy tan deprisa como puedo. Si me salto un semáforo en rojo me pondrán una multa. No puedo hacer nada más".
Pero en el siguiente semáforo, el Papa está totalmente agitado. De pronto se le ocurre una idea. "Haremos un trato", le dice al taxista. "¡Déjeme conducir!"
"¿Quiere USTED conducir?", pregunta incrédulo el taxista.
"Por favor", responde el Papa. "¡Es el último vuelo y no puedo perderlo!"
´"¿Como puedo decirle que no a su Santidad?", dice el taxista. Este sale rápidamente y entra de nuevo en el taxi acomodándose en el asiento trasero, mientras el Papa sale y entra colocandose en el asiento del conductor.
Tan pronto se encuentra tras el volante pisa a fondo el acelerador y, con un gran chirrido de neumáticos el Papa súbitamente se incorpora a la circulación. Conduce a 100 Km/h por las calles de la ciudad, hace cabriolas en el tráfico, se sube a las aceras y se salta semáforos en rojo. Y cuando llega a los 150 Km/h un policía le ve pasar a su lado 'volando bajo'.
Con la sirena a todo volumen y las luces centelleando, el policía persigue el taxi por bastante distancia antes de que el Papa pare el vehículo. El policía para detrás del taxi y sale. Camina rápidamente hacia la ventanilla del conductor y el Papa la baja.
El policia le reconoce y dice: "Espere aquí. No se vaya. Enseguida vuelvo".
Va al coche patrulla y llama a su sargento por radio.
"Sarge", dice, "Acabo de para un coche y no estoy seguro si debo multarlo o no. Creo que es realmente importante".
"¿Quién es?", pregunta el sargento por la radio, "¿Es el alcalde?"
"No", dice el policía, "creo que es más importante".
"¿Es el gobernador?", pregunta el sargento.
"No", dice el policía, "creo que es más importante que eso".
"Bien", dice impacientado el sargento, ¿quién es?"
"¡No lo sé!", responde el policía, "¡pero el Papa es su conductor!"